Juan Sklar: nadie banca sus ideas con su vida

Entrevista por María Jesús Abril y Sofía Saal

Es escritor y docente. Escribe en Orsai, acaba de dejar su columna semanal en Basta de todo, por Radio Metro. Desde 2013 dirige El Cuaderno Azul, un taller literario para dejar de poner excusas y largarse a escribir. En esta nota hablamos con él de la diversidad como conflicto, el detrás de la corrección política, la instrumentación de la pandemia como elemento confirmatorio de distintos pensamientos y sobre cómo opera la cercanía y la distancia entre él y su obra.

Juan nos llama con el efecto psicológico de más de 100 días en cuarentena. Asegura que no duerme, no coge y no escribe. Está básicamente sobreviviendo. Esta entrevista está hecha desde la catarsis hater absoluta. Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

María Jesús: ¿Qué significa la diversidad para vos?

Juan: La diversidad es conflicto. Pensar que la diversidad es una especie de armonía medio hippie medio progre, donde hay una diversidad de todos los que piensan igual, a mi me suena más a distopía.

La diversidad para mi es aceptar cosas que no te gustan. La diversidad de lo aceptable o de lo aceptado no sé cuán diverso es.

Sofía: ¿Hasta qué punto llega la aceptación para convivir en esa diversidad?

J: Es muy difícil. Uno diría por ejemplo, ¿qué es lo que nosotros, dentro del progresismo, sexualmente diverso, dentro de cierto movimiento en el cual creo que yo y ustedes nos enmarcamos, qué es lo que diríamos de opiniones como las posiciones religiosas conservadoras? Diríamos que en tanto se manejen en el ámbito de lo privado, dentro de su comunidad pueden ser como deseen ser pero que no impongan sus reglas en el ámbito público. Que es algo que suena, extrañamente a “ok, quieren ser conservadores, homofóbicos dentro de su comunidad o quieren ser monógamos estrictos, quieren tener reglas levemente misóginas dentro de su comunidad, dentro de una comunidad judío ortodoxa, dentro de una comunidad musulmana conservadora, dentro de lo que sea, bueno, en el ámbito privado manéjense” pero suena parecido a algo así como “está bien que sean putos mientras no lo hagan en la calle”.

MJ: ¿Esta corrección política de lo público no refleja por ahí la situación de diversidad interna o las concepciones ideológicas de cada uno?

J: Eso también lo decía hace poco Martín Kohan en una entrevista: detrás de la corrección política está algo así como la aceptación de las formas. Lo aceptamos formalmente pero en el fondo hay un sustrato de intolerancia importante. Y yo lo que pienso un poco en general con respecto a esto es que ese sustrato de intolerancia es medio inherente a la convivencia. No nos gusta lo diferente, lo muy diferente. No sé si todo: hay cosas diferentes que nos gustan, que nos atraen, y hay cosas que no, que nos producen un rechazo en comunidad. Pensar que lo diferente va solo a producir una situación neutra o algo positivo es medio raro. Entonces, parecería ser que nuestros deseos de diversidad están simplemente generando una nueva homogeneidad. Pero también es una pregunta sin respuesta, osea, somos tolerantes pero ¿cuánto toleramos a los no tolerantes? ¿Dónde está el límite? Lo que sí hay que entender es que la diversidad implica conflicto, y mecanismos de solución pacífica de eso en lo posible. Podes intentar no violentar, pero va a haber conflicto. La diversidad implica esto, sino vamos a una homogeneidad media aburrida y poco interesante a mí gusto.

S: ¿Qué nivel de diferencia tolerás en un vínculo?

J: A mi justo me pasa que tengo amigos muy diferentes, tengo amigos muy de derecha, amigos que son familiares directos del Papa, y tengo amigos que son troskos militantes. Lo que no tengo es amigos que no manejen la ironía, esa es mi grieta en general. Yo puedo manejar casi cualquier bando, me puedo hacer un poco el boludo con algunas cosas, pero no me puedo vincular con gente que no maneja la ironía, o que no maneje el doble sentido, gente demasiado atada a lo que piensa. Cualquier forma de la rigidez me la baja fuerte. Y también la gente boluda, prefiero un facho inteligente que alguien que piense igual que yo pero en otras dimensiones. Si yo quisiese construir un poder o militar prefiero al limitado o la limitada o el limitadx que opine igual que yo, pero para vincularme uno a uno prefiero a gente inteligente. De hecho, en mi chat de amigos tenes a gente cercana a la campaña de Axel, a la de Alberto, gente que está en el FMI, amigos muy de izquierda, y a mi me interesa que la discusión me enriquezca. Yo no voy a ir a dar rosca política con mis amigos.

A mi la idea de lo personal es político me hace mucho ruido. ¿Por qué? Porque hay una instancia de “lo personal es político” en la cual llevar y defender tu vida privada en el ámbito político está bien, es una instancia liberadora, es muy poderosa. Ahora, hay como una doble mano medio compleja que es que lo político sea personal. Es decir, tomo mis ideales políticos y en base a eso construyo o destruyo amistades o vínculos familiares… y yo realmente creo que la vida humana necesita construcción de afectos que van más allá de tu ideología, y que es clave poder convivir con familiares y amigos que piensan diferente porque tus ideas o algunas de ellas van a cambiar probablemente, y vas a necesitar amor, que para mí es más importante. Entonces, esto no quiere decir que yo tendría amigos nazis. Hay un buen experimento mental que es cambiar cualquier cosa por “nazi”. Porque ¿qué pasa? todo lo que digo yo es muy cómodo y es un poco vago, pero ¿serías amigo de alguien que es transodiante si fueras trans? Digo, yo puedo tener amigos que no sean super deconstruides pero porque yo soy un varón de 36 años, y puedo convivir con cierto nivel de misoginia porque no me afecta, con cierto nivel de homofobia porque también soy un varón sis bisexual, un poquito de machismo no me molesta. Puedo jugar al tolerante.

También creo que la idea superadora o un poco lo que hace más falta es pensar ¿cómo hacer para mantener los vínculos y la discusión al mismo tiempo? Es decir, no empezar a cancelar amigos y familiares porque no piensan como vos. Tener la charla. Y tener la charla una y mil veces dentro del marco del amor, aunque seas un denso y un pesado, y ver si pueden convivir ambas cosas. Pero lo que no creo es en cancelar amistades o vínculos sólo por diferencias ideológicas. Obviamente todo tiene un límite, todos tenemos a nuestros nazis.

MJ: Te escuchamos decir en una de tus columnas en Vorterix que tu generación es la del deseo absoluto, y en este tema que estás hablando de las amistades y de los vínculos con otros quería ir a la pregunta de ¿cuál es en la generación del deseo absoluto el lugar que ocupa el que tenes al lado?

J: Ese es el punto: una generación criada en el deseo como herramienta primordial de búsqueda vital se encuentra con varios problemas. Lo que termina pasando es que el otro termina siendo como un otro instrumentalizado. Si el otro no atiende todo el tiempo a mis deseos de diversión o de interés, de belleza, de excitación, de sexualidad, lo que sea, rápidamente es descartado. Es lo que pasa.

Igual todo se fue a la mierda porque toda esta generación ha experimentado el límite más enorme que es la pandemia y la cuarentena. De pronto los vínculos tienen otro sentido. Yo me estaba llevando con mi vieja de un modo medio tirante y de pronto mi vida necesitó que mi mamá cuidara a mis hijos, que se viniera a vivir conmigo porque sino mi vida colapsaba, y entonces de pronto había un límite que fue la pandemia y un sentido obligó a renovar ese vínculo y a llevarlo de otra manera. Hay que ver cómo termina esto pero hemos experimentado un límite, con el límite aparece el sentido y eso hace que los vínculos de repente empiecen a trabajar como en otro plano que no sea “estoy con vos mientras fluye, estoy con vos mientras me divierto”. Ahora hay una tarea, algo que hacer, entonces nos fumamos a gente que quizás de otra manera no nos fumaríamos. No se si hubiera vivido un mes con mi mamá o con mi suegra, y ahora lo hago.

MJ: respecto a todo lo que está pasando en la pandemia y cómo han cambiado las formas de vincularnos o las ganas de estar en contacto con gente, considerando el “ahorro de economía social” que hemos tenido por la pandemia, ¿cuál crees que ha sido el papel de las redes sociales en eso? Incluso laboralmente.

J: No sabemos, hay predicciones, se habla de la Low Touch Economy, no sabemos dónde va a terminar esto. Está todo el mundo haciendo predicciones y la verdad que no se sabe a dónde van los vínculos. Si a mí me decías “¿te meterías en una fiesta online?” hace meses me hubiera parecido una ridiculez, y este fin de semana voy a organizar una, y reuniones por zoom, encuentros virtuales, una familiaridad virtual. Yo en mi caso particular volví a jugar juegos de cartas, al Magic, un juego medio nerd, y mi diversión primordial es estar frente a la computadora jugando en línea, porque es lo único que me queda.

S: Nos enroscamos pensando qué va a pasar en el futuro, y de repente hay personas en otras partes del mundo que ya están haciendo vida normal, como si nada. Creo que somos muy adaptables al contexto y no sé qué nivel de reflexión quedará después en nuestra vida cotidiana.

MJ: En ese sentido, ¿vos crees que va a haber un cambio trascendental o que va a pasar todo y simplemente nos vamos a olvidar?

J: No tengo idea, y creo que nadie tiene idea. Todo el mundo está tirando mucha fruta. Había filósofos sacando conclusiones trascendentales sobre la crisis del Covid a los 5 días de cuarentena. ¡Pará! No tenemos idea de qué va a pasar. No sé si estoy para hacer una gran profetización al respecto de lo que va a pasar en el futuro. No tenemos idea. Una de las infectólogas chinas que advirtió sobre la posibilidad de una pandemia de alguna variable al coronavirus, ahora está diciendo que va a haber otra. Que es estadísticamente muy probable que cuando terminemos con esto, en uno, dos o diez años, vuelva a pasar algo parecido. Y ¿cómo sabemos que la mutación del próximo virus no va a hacer que nos caigamos como moscas? ¿o que tengamos problemas de defensas? ¿o que nos llegue un virus que no tenga vacuna? Realmente no sé. Por eso a mi me sorprende cuando la gente rápidamente colocó la pandemia en un lugar de confirmación de sus propias ideas. Los astrólogos, los ecologistas, todo el mundo diciendo “esto confirma lo que yo creo”. ¿Cómo puede ser que un hecho tan complejo, inédito en la historia de la humanidad, solamente venga a confirmar lo que vos ya pensabas de antemano? Sos un genio o simplemente vas a tomar cualquier elemento y lo vas a transformar en un elemento confirmatorio de tu propia visión del mundo. Entonces, sí Slavov Zizek va a decir lo que dice Slavov Zizek, y todo el mundo dice lo que más o menos dice, y Byung Chul Han lo inscribe en su visión. Si esto va a reventar al capitalismo, si esto va a generar un nuevo capitalismo, ¿cómo saberlo? Alguien quizás la va a pegar pero no sabemos.

S: Es que si dicen tantas cosas alguien le va a pegar de casualidad. Pero creo que si algo trajo la pandemia es el acercarnos la incertidumbre que siempre estuvo y que ahora es muy visible.

MJ: La pérdida de todas las certezas.

J: Entonces, quizás la experiencia límite de la generación del deseo de la que hablábamos antes, en vez de funcionar como un límite que habilite nuevos vínculos, es como qué “ahora que sé que por un rato me tengo que quedar guardado, ahora me re contra cago en todos”. Y ahora completamente instrumentalizo, y el día que digan que podemos salir a coger, o que me puedo salir a enfiestar o lo que sea, salgo y hago completamente la mía. De hecho te diría, un poco la sensación general es esa, más que la construcción de lazos comunitarios. Somos monos y quizás algoritmos. Unos monos muy sofisticados y bastante buenos pero monos al fin.

MJ: Entrando en la situación literaria, siempre hay mucho de vos en lo que escribís. Hay un paso muy grande de “Nunca llegamos a la India” a “Cartas al hijo” y quería preguntarte sobre tu forma de interpretarlo, ¿cuales sentís que son las herramientas que te habilitan a ampliar esas extensiones de Juan padre o Juan en un boliche en India?

J: Me parece que ahí la diferencia está entre la novela y el ensayo. El ensayo son ideas, entonces uno trabaja con una versión mejorada de uno mismo, es un poco más careta en el sentido de que es propositivo, para mí y para el mundo. Escribo cómo me gustaría que fueran las cosas o qué es lo que yo pienso, no se si es lo que yo soy. Entonces, yo no creo que haya habido una evolución porque si lo hubo es un garrón. Si pasé del Juan de la india a quien le escribe al hijo ¿qué hice, me hice bueno?

MJ: No quiero plantearlo como una evolución o como un cambio, sino como una convivencia de los dos aspectos. En los dos textos te mostras profundamente de formas que tienen posturas muy distintas.

J: Esa es la diferencia entre la novela que trabaja con el defecto, con la maldad, con la rispidez. Y el ensayo, que también puede tener, pero trabaja más propositivamente y se trabaja con ideas. En un sentido la ficción es más libre, yo me siento más libre. En el ensayo estoy hablando un poco a mi hijo, tratando de refinar ideas, y mis ideas son mejores que yo. También habría que blanquear eso, a veces me da pena cuando el pobre ensayista que baja una cierta línea un día lo enganchan en una que no está del todo alineado con sus propias ideas. Bueno, y si, ¿qué esperaban? Casi ninguna vida sostiene un ideario. Lo que tendemos a pensar es que un político, un militante o un filósofo va a tener una vida que va a sostener, pero respaldar las ideas que propone y discute es ridículo. No sucede eso, es una ficción. Entonces, la novela me permite ir más a la banquina de lo que soy, y el ensayo me permite ser un poco mejor de lo que soy, e imaginarme un mundo mejor de lo que es. Fabuloso, entonces esas distancias tienen que ver con lo que a mí gusto tiene que ver con el género, no con diferentes momentos de mi vida, si quizás con diferentes aspectos de mi personalidad, un lugar donde trato de decir cómo me gustaría que fuera el mundo y otro donde expongo al mundo tal cual es, que es una garcha.

S: Me parece clave poder separar la ficción de lo que estás escribiendo, y sobretodo en los ensayos. Sino es como la típica corrida a un militante zurdx porque tiene gustos burgueses, que en un punto para mí aburre.

J: Hay que hacerse cargo o enfrentar la ficción militante. El militante que necesita bajar línea, necesita señalar, porque es la manera de lograr cambios. La verdad es que los que logran cambios en el mundo no son los tolerantes, son los que están ahí señalando, humillando, generando vergüenza y culpa. Esas son las herramientas de cambio moral. Lo hacían los cristianos, lo hacen las feministas, lo hacen los marxistas, todo el mundo lo hace. Y, para poder señalar al otro tienen que colocarse ellos en un espacio de santidad o por lo menos de conexión. Y por eso necesitan la instancia hipócrita de decir “bueno, públicamente me muestro de cierta manera para poder militar, para poder rosquear, para poder bajar línea, pero en la instancia privada no banco mis ideas con mi vida”. En general nadie banca sus ideas con su vida. Pero el tema es que lo que estoy proponiendo yo lleva a la parálisis. Si nadie tiene una vida que soporte ideas, y las ideas necesitan cierta ficción moral para darle entidad de reto, entidad moralizadora a quien sostiene esas ideas, entonces ¿cómo hacemos para cambiar el mundo?

Esta instancia de honestidad que yo propongo puede también ser conservadora. Como: ¿y vos quién sos? ¿qué venis a decirme vos a mi cómo tengo que hacer ciertas cosas? Entonces ahí, en este sacarse la careta que me encanta llego a la inacción. Yo me asumo como una persona completamente incapaz de accionar políticamente porque no puedo parar de reconocer mis errores, entonces ¿con qué cara voy a ir yo a moralizarte a vos?

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