Ámame por lo que rindo

Amar a aquel que mejor responde a las expectativas del mercado. Cumplir con nuestra función como célula del sistema. Intentar no fracasar. Ser el perfil más querido en las redes. Ganar, crecer, aportar, cambiar, transformar. Aprobar al otrx y ser aprobadx. Rendir, rendir y rendir.

Hay una pregunta que nos hacen siempre desde la más temprana edad: ¿Qué querés ser cuando seas grande? La primera y más eficaz imposición en nuestras pequeñas vidas ya que la respuesta es un conjunto de concepciones capitalistas que se gestan en nuestro inconsciente y que si no se concreta, conduce indefectiblemente al fracaso social.

El estatuto del neoliberalismo determinó que cada uno de nosotros es útil a la comunidad cuando cumplimos una función para que la sociedad continúe desarrollando sus actividades sin anomalías. La corriente neoliberal considera a su vez a cada sujeto como una célula del rendimiento, por lo cual sus acciones se encuentran sujetas a una unidad medible. La continuidad dentro de esta sociedad depende exclusivamente de nosotrxs mismxs y la suma de nuestras voluntades. Ya que la libertad de oportunidades rige para todos igual… Además de la mentira de la meritocracia mencionada en la oración anterior, no hay que hacer oídos sordos a que la estructura nos condiciona y nos subordina para que nuestras acciones respondan al rendimiento mejor catalogado.

Desde que somos pequeñxs, frente a la pregunta: ¿Qué te gustaría ser cuando seas grande? Se nos impuso responder profesiones que por más aspiracionales que sean como ser astronauta son dignas de una plusvalía, por lo que ser alguien tiene un valor cuantitativo. No quiero que me mal interpreten y consideren que no es correcto recibir o ganarse el sueldo, el punto acá es porque desde tan chicxs nos condicionan con esa respuesta y no nos educan para responder que de grandes queremos ser la persona más querida o más amistosa o buenos ciudadanos o el mejor papá o la mejor mamá. Es ahí donde las construcciones del neoliberalismo de corte individualista como la falta de empatía en vínculos socio-afectivos sobre la comunidad, comienzan a encarnar nuestros cuerpos a tal punto que lo cualitativo de ser el más queridx en este mundo globalizado se mide por la cantidad de likes y comentarios recibidos.

La pregunta mencionada más arriba también conlleva al concepto del tiempo. ¿Qué te gustaría ser cuando seas grande? La distancia entre la niñez y adultez necesita de la utilidad de la juventud para cumplir las expectativas de dicha pregunta. Por lo que en nuestros primeros años de vida esperan de nosotros cierto rendimiento que si no alcanzamos se traduce en fracaso a largo plazo y años de terapia.

El crecimiento tecnológico aportó significativamente a una sociedad en que sus miembros se sienten libres de ser quienes quieren ser, pero no son conscientes del sistema coercitivo que hemos creado para nuestros jóvenes que se expresan en una vida medible y evaluable. En donde la imagen que tienen de sí mismos es un constantemente juego de lotería algorítmica de aprobación por parte del resto de los cibernautas que navegan entre posteos. Me interesa llegar sobre este punto en la falsa libertad que hemos creado en nuestras propias burbujas virtuales ya que el consentimiento sobre nuestra identidad no es más que la acumulación absoluta de un conjunto de aprobaciones ajenas por parte otros usuarios. Cabe destacar que la globalización aporta significativamente a un sistema univoco quitando las otredades, por lo que cada vez encontramos menos respuestas a la pregunta en discusión. Criamos mercancías y no personas, amamos aquel que mejor responde a las expectativas del mercado y el sujeto góndola es un conjunto de atributos entre belleza y funcionalidad que enamora más por la idea de obtenerlo que amarlo. Entonces me gustaría proponer luego de esta reflexión una educación libre de rendimiento donde se resignifique el sentido del amor, los espacios de encuentro, la popularidad y el querer ser en la sociedad globalizada neoliberal y sobre todo que el tiempo no trascienda más que su propia unidad, sino que lo dejemos ser por su propio devenir en nuestros cuerpos y que nuestra adultez no cargue con el peso del pasado.

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