Ciencia y género: democratizar las bases para narrarnos

Siempre es un buen momento para replantearse el rol de feminidades y disidencias en la ciencia, pero hoy (y desde Argentina) mucho más. Invitamos a Femiciencia, a darse una vuelta por la Isla: Un grupo de mujeres investigadoras organizadas que desde 2021 buscan desandar las formas androcéntricas del conocimiento científico.

Pasaron nueve años desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas dispuso el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. El objetivo, también consagrado como derecho humano internacional y reconocido constitucionalmente, establecía el principio de “promover el acceso y la participación plena y equitativa en la ciencia de mujeres y niñas en pos de la igualdad y la lucha contra la brecha de género” (Res. 70/212).

En ese entonces, aquella resolución establecía principios que no quedan del todo claros. Podríamos, sin dudas, comenzar primero por desentrañar aquella concepción de “mujer” y “niña” para aclarar que, por fuera de todo binarismo sexo-genérico, las disidencias también hacen ciencia y construyen conocimiento. Quizás un segundo paso en la ruptura de la frase sería desarmar la idea de “participación plena” para poner en jaque la masculinidad, y postular la necesidad de delimitar la  distribución de tareas hacia el núcleo familiar.

Inevitablemente, en tercer lugar y atravesadxs por el contexto sociopolítico argentino, sería ineludible postular la caducidad de una resolución que propone garantizar el acceso a la ciencia en un país cuyas políticas atentan contra la continuidad de su sistema científico y tecnológico.

La visibilidad y la equidad en la jurisprudencia internacional son recursos valiosos, pero insuficientes cuando nos atenemos a medidas económicas locales que hacen de nuestros signos culturales un chivo expiatorio en la reducción del gasto público.

Narrar(nos)

En su correspondencia con Virginia Woolf, la directora de la revista Sur (1931-1979), la argentina Victoria Ocampo se pronunciaba sobre su ambición de “llegar a escribir como una mujer”. Esto es, evocar narrativas propias que deshagan el lenguaje patriarcal impuesto y abandonar nuestra calidad de interpretadxs para relatar experiencias propias.

Pero el ejercicio de la escritura y la construcción de conocimiento están condicionados por un tipo de libertades que solo son garantizadas por políticas de ciencia. En esta línea, la escritora de “Un cuarto propio” y referenta de Ocampo, -Virginia Woolf- postulaba entonces que para escribir una mujer necesitaba “dinero y un cuarto propio”. 

La narración de la experiencia de género, entonces, supera el postulado noticiable de proyectos de investigación desarrollados por mujeres y abre paso a las vivencias que circunscriben al ámbito científico y tecnológico.

Contra todo pronóstico actual, la categoría de género rebosa de significancia en tanto mide las desigualdades en ámbitos diversos para reconocer que nuestras identidades inciden en lo cotidiano. Por eso no es lo mismo escribir o no, y más aún, escribir e investigar siendo mujer y/o disidencia.

Como proyecto de comunicación pública de ciencia y género, Femiciencia se encuentra en la encrucijada de reconocer caduco su principio de “reconstruir la ciencia” desde esta perspectiva, en un contexto que a conciencia no nos invita a proyectar la ciencia en sí. Por eso, destacamos el papel fundamental que tiene la comunicación de las ciencias en este tipo de contextos: no solo para contar la ciencia desde una visión utilitarista, sino también para pensar en la construcción cultural que representa tener un sistema sólido y una ciudadanía que comprenda y se apropie del valor del desarrollo científico y de la importancia que este representa. 

Contra el desguace del sistema científico, ¿qué rol nos toca?

El sistema científico y educativo en Argentina se encuentra en estado de alerta. De acuerdo a las disposiciones del actual gobierno de eliminar el Ministerio de Ciencia y Tecnología, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Géneros y Diversidad, nos preguntamos ¿cuál es el camino para construir soberanía si no es el de un Estado presente que ponga en agenda las necesidades para el desarrollo nacional? 

Este tipo de políticas, en donde se incluyen, particularmente, el  recorte de becas doctorales, la reducción en la financiación de proyectos de investigación, la quita de presupuesto a las universidades y el cierre de plataformas educativas, no hacen más que constituir un atentado simbólico y material contra la educación y la ciencia en nuestro país. Al respecto, las feminidades y disidencias resultan perjudicadas en primera línea porque en muchos hogares somos las encargadas de llevar adelante tareas de cuidado y de “parar la olla”. Estos hechos de carácter actual nos permiten postular preocupaciones de contingencia prioritaria. 

Por hoy, vamos a permitirnos la contradicción de postular que “hacer Femiciencia” actualmente es retomar el vínculo con la comunidad nacional, recuperar sus saberes, democratizar el conocimiento -democratización que no es posible si no hay un sistema público- y problematizar la experiencia de género en nuestras prácticas concretas.  

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