Como un cuento: la verdad en disputa

¿Qué significa para mí ser escritor? Significa simplemente ser fiel a mi imaginación. Cuando escribo algo no me lo planteo como objetivamente verdadero (lo puramente objetivo es una trama de circunstancias y accidentes), sino como verdadero porque es fiel a algo más profundo. Cuando escribo un relato, lo escribo porque creo en él: no como uno cree en algo meramente histórico, sino, más bien, como uno cree en un sueño o en una idea. 

Jorge Luis Borges 

No hay nada más humano que la subjetividad. Miramos las cosas desde un sesgo gigante que somos nosotros mismos. Esta mirada parcial que tenemos sobre el mundo, distorsiona la información y hace que muchas veces no seamos capaces de discernir entre lo verdadero y lo falso. 

No hablo del boom de las fake news, sino de que está chequeado que reproducimos muchísimo más las noticias que están alineadas con las ideas y pensamientos que ya tenemos afianzados (sin tener en cuenta la veracidad) que las que no coinciden con ello. 

Hace algunos años se empezó a usar el término post-verdad para hablar de este fenómeno contemporáneo que vivimos en torno a la información y la comunicación. Según la RAE  es la “distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.  Pero ¿qué hay más allá de la post- verdad? 

Soroush Vosoughi, investigador especialista en el análisis de datos, trabajó durante años para desarrollar una herramienta, un algoritmo que detecte la veracidad de las noticias que circulaban en redes sociales, centrándose en Twitter. ¿Cuáles són los parámetros semánticos, lingüísticos, gramaticales de una mentira? ¿Hay una forma de redactar diferente? ¿Es el mensaje lo que da credibilidad? ¿O el mensajero? 

Según el descubrimiento de este investigador y su equipo, el mejor indicador sobre la veracidad o falsedad de un tuit no es el contenido (lo que dice), ni como está escrito (sus cualidades sintácticas) sino lo que hacemos con ello los lectores. 

¿Es entonces culpa de las redes sociales? No. Podemos juzgar los pocos filtros que nos pone la red y la gran capacidad de difusión que otorgan a un muy bajo costo, pero en el fondo esto se replica en las noticias porque se replica en nuestra condición humana (como todos nuestros vínculos con la tecnología). 

En múltiples entrevistas el guionista Pablo Maurette ha dicho que somos seres anfibios, es decir que entramos y salimos constantemente de la ficción.  A veces estamos tan metidos en nuestra propia idea, tan convencidos de nuestras creencias, que tal vez por un momento nos olvidamos de esa  subjetividad (que no es otra cosa que su irrealidad). 

 ¿Será la ficción lo más real que tenemos? Como dijo Heidegger: dasein // “ser ahí”. No podemos escapar de nuestra no objetividad y contra eso la única salida decente es asumir que nuestra visión del mundo es acotada y ser conscientes de que constantemente el cerebro nos lleva a olvidar que hay una porción enorme del mundo que no vemos. 

No podemos dudar que la humanidad (en la historia, en los cuentos, en las canciones) se ha guiado más por sus emociones y creencias personales,y por supuesto culturales, que por la “realidad” en sí.  Lo que sí existe, en todo caso, es la realidad consensual (por ende, social) que nos ayuda a regular lo que aceptamos, lo que creemos y lo que no. 

Sin embargo, Hoffman nos muestra otra versión de esto cuando dice que sólo vemos la parte del bosque que nos sirve para sobrevivir y perpetuarnos. Existe una enorme cantidad de información de la realidad que no es útil percibir: «Si tuviéramos que pasar todo el tiempo decodificándola, el tigre nos comería».  Todo ok hasta acá, pero la civilización ya viene mega instaurada a esta altura. 

Si pensamos esto en términos políticos, encontramos el mismo fenómeno de ficcionalización que reproducimos en las noticias en el sesgo partidario (la tan famosa “grieta” para los argentinos). 

¿Cuántas veces usamos las noticias para reafirmar lo que ya sabemos? Sin embargo, lo complejo del asunto no es únicamente eso. Si buscamos ir más adentro, si pensamos en que en realidad lo que decimos habla de nosotros, entonces lo que decimos construye la realidad que habitamos. 

En su libro, El poder de las palabras, el neurocientífico Mariano Sigman dice que en general el mundo suele tener primacía sobre la palabra. Cuando decimos “está lloviendo”, el hecho desencadena esa afirmación. Pero cuando un juez por ejemplo condena a un acusado a 10 años de cárcel, es la primicia la que está en la palabra: el discurso no describe al mundo, lo crea. 

Un poco en está línea, me parece que el panorama sociopolítico actual se presta para replantearnos esto todos los días. Pensar que lo que decimos moldea los territorios que habitamos puede parecer una idea romántica del mundo (y no niego que lo sea) pero  también es un llamado a la conciencia de las acciones democráticas. 

Ricardo Mollo una vez dijo, tal vez sin saber lo de la agenda setting:  “pasan una canción tanto la radio que la terminás cantando y con las noticias pasa lo mismo”. Podemos ser conscientes de que habitamos está ficción, apropiarnos de está condición anfibia,  ridiculizarla incluso, pero no por eso sentirnos menos responsables. 

En la era de internet, compartir información falsa, noticias no chequeadas y recortes de entrevistas fuera de contexto ya no da. O por lo menos no sin sentirnos responsables del país/ mundo que estamos armando. 

guest
1 Comentario
Oldest
Newest
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
Roberta
Roberta
6 months ago

Isla cyborg es un cofre que encierra tesoros, como esta nota.

Sobre la Autora

Maria Jesus Abril

Maria Jesus Abril

Últimas entradas

TAGS