Imágenes de chat ¿Refugios del afecto contemporáneo?

Hace un tiempo recibí un mensaje de una amiga y supe al instante que había algo raro. Algún elemento del mensaje desprendía una sensación de seriedad sobre lo que ella quería decirme. Como también somos compañeras de trabajo, resultó que tenía un planteo sobre nuestra dinámica laboral. Mientras estaba sentada frente a ella, mi atención se dividía entre las palabras de mi amiga enojada y la extrañeza por cumplimiento de mi profecía. ¿Cómo supe que había un asunto serio por tratar y que, probablemente, no fuera en los mejores términos? El mensaje que había recibido era muy simple y despojado, algo así como: “¿te parece que nos encontremos un rato hoy?”. De pronto entendí que la causa de mi presunción no estaba en el contenido del mensaje, sino en eso que faltaba: alguna imagen que irradiara alegría o relajación ante la posibilidad del encuentro. Me empecé a preguntar entonces, cuál es la función de los emojis, los stickers y los gifs en las charlas cotidianas…

Siendo la mensajería virtual el terreno donde se desarrollan casi todos nuestros intercambios sociales, cuando no todos, me pregunto ¿Qué rol cumplen estas pequeñas imágenes insertas en nuestros chats? ¿Es cierto que en los emojis, los stickers y gifs está la carga afectiva de nuestros mensajes?

Breve historia del emoji

 Si nos remitimos a los discursos producidos en el contexto de la CMO  (computer-mediated communication), podríamos hablar de un primer emoticono elaborado por el profesor estadounidense de Ciencias de la Comunicación Scott E. Fahlman en el año 1982, quien propuso agregar a los comunicados intercambiados con otros investigadores de su departamento la secuencia de signos “:-)” para señalar mensajes con tono humorístico, y “:-(” para los mensajes que no eran broma. Con el tiempo los emoticonos textuales ampliaron su registro enormemente gracias a los servicios de mensajería digital y a la clara necesidad de los usuarios de dotar a sus mensajes de ese algo extra (cuyas funciones debatiremos a continuación), pero es interesante resaltar el hecho de que, en occidente, los primeros emoticonos nacieron de la búsqueda por señalar la ironía o el tono humorístico y así evitar malentendidos, una búsqueda que ya estaba instalada desde la época analógica.

Paralelamente en Japón se hacía uso de los kaomojis, emoticonos que también estaban compuestos por signos de puntuación y cuyo desarrollo gira en torno a la red de comunicaciones Online Service Provider ASCIInet lanzada en 1986. Entre los emoticonos occidentales y los kaomojis, se encuentran unas cuantas diferencias fundamentales: los emoticonos requieren una lectura inclinada noventa grados y el elemento diferencial se centra en la boca, mientras que los kaomojis se manifiestan de manera horizontal y son los ojos el elemento que más varía.  Es importante resaltar que los emoticonos se construyen desde sus inicios a partir de la semejanza con los rasgos humanos. En cambio, los kaomojis tienen en sus bases las formas previamente convencionalizadas en el manga (historietas japonesas). Algunos de ellos, gracias a los fenómenos de transculturación, forman parte del discurso cotidiano entre las generaciones de usuarios a partir de los millenials. Yo misma, habiéndome iniciado recién al chat con el MSN Messenger de Microsoft (1999), llegué a utilizar algunos de los kaomojis más extendidos como “^.^”, “¬ ¬”, y el ya consagrado y siempre vigente “UwU”. A diferencia de los emoticonos, los kaomojis cumplen una función estética en el mensaje, así como sirven a la intención de suavizar o restar posible carga ofensiva, esto último como parte de la característica cortesía de la cultura nipona.

De aquí a los emojis de hoy día hay solo un paso, dado por la empresa de telecomunicaciones japonesa Docomo, que en 1995 añade como uno de sus caracteres un corazón rojo y luego, gracias a su éxito, decide expandir el repertorio. Finalmente, en 2006 Google lanza la Unicode Consortium, entidad que se encarga de estandarizar las pequeñas figuras para reducir los problemas de compatibilidad. Desde entonces, este Consorcio Unicode es el encargado de regular y añadir nuevos emojis de acuerdo a demandas sociales. Entre las normas del Consorcio, llaman la atención dos cuestiones: la primera es que se apunta a la “generalidad” y no a la especificidad del emoji. Puedo leer en esta búsqueda un aprendizaje por parte de los desarrolladores, aceptando que los usuarios encuentran siempre formas alternativas de emplear las herramientas que obtienen del dispositivo. El requisito “general” representa la compresión y el apoyo al uso creativo que podemos encontrar, por ejemplo, en mensajes codificados en emojis en forma de acertijo, la presencia en textos autopresentativos (reemplazando a veces la totalidad del texto escrito), la connotación erótica que se da a algunos emojis en particular como la berenjena, el durazno, etc.

Otro de los puntos interesantes para analizar es el de “uso esperado”, que no nos habla, como hemos dicho, de un uso específico, sino del grado de aplicabilidad. Para obtener este índice, los diseñadores se basan en las palabras más buscadas en páginas web. Esto nos indicaría un tratamiento de los emojis como posibles reemplazantes de las palabras escritas.  Es cierto que, en el chat occidental, no se detecta un uso extendido de esta función sustitutiva, como si lo hace en los intercambios orientales.  Sin embargo, volviendo al mensaje de mi amiga, estaba claro que era el emoji o sticker el elemento que faltaba para convertirlo en un mensaje afectuoso. Por supuesto, el afecto o cariño podría estar presente de otra manera, con apelativos en diminutivo o una escritura más descontracturada como puede verse en la extensión de las palabras por repetición de una letra (Ej.: “holaaa” resulta más entusiasta que “hola”).  Pero, también es verdad que no hubiese intuido nada extraño si el mensaje hubiese estado acompañado de un emoji cualquiera, ni siquiera específicamente uno que denotase afecto mediante la inclusión de corazones. ¿Será entonces, que estás pequeñas imágenes han reemplazado o al menos son equivalentes al amor en nuestros mensajes escritos? ¿Se restringe a esta posibilidad todo su alcance significativo?

Imagen de chat vs. Oralidad

Es común encontrarnos con la idea de que los emojis, los stickers y gifs vienen a suplir una carencia inherente al texto escrito en contraposición a la comunicación oral. A la hora de comparar escritura y oralidad, se acepta que en esta última existen elementos no verbales, como gestos faciales, actitud corporal y tono de voz, que producen sentido como parte del discurso. Esta relación conflictiva y productiva entre la oralidad y la escritura es histórica. Podemos pensar en las lecturas a viva voz durante el Imperio Romano, donde  se utilizaban signos ortográficos o de puntuación en el texto para señalar pausas de respiración y ritmo, y se buscaba mediante la práctica adquirir el tono correcto. Esto responde a que ambos, tono y ritmo, son elementos de la oralidad que los romanos identificaban como ausentes en la escritura y que, según consideraban, debían ser compensados mediante recursos paratextuales.

Si pensamos, en esta misma línea, la primera intención de Fahlman, el supuesto creador del “:-)”, consistía en evitar los malos entendidos mediante una indicación que acompañara el texto. También podemos pensar en la importancia de la pedagogía de la imagen en las instancias de alfabetización, presentes desde los textos romanos hasta los manuales de escuela. En este sentido, la imagen, ya en los inicios de la escritura ha acompañado al texto de forma ilustrativa, para orientar el reconocimiento de los sentidos del discurso, y los textos han sido acompañados de distintas marcas paratextuales con esta misma intención. Estos antecedentes históricos, sumados a la potencia estetizante que las imágenes siempre han tenido, podrían echar algo de luz sobre la función de los emojis pero ni de cerca llegan a abarcar la dimensión que se ha abierto gracias a la implementación de los stickers.

Stickers: un mambo aparte

Dado que estos no están regulados ni estandarizados y que su producción está en las manos de los usuarios, su uso escapa a una visión reduccionista del sticker como mero complemento textual. Alimentándose de los memes, los sucesos mediáticos y el contenido más random de internet, los stickers adscriben a la lógica de la comunicación virtual contemporánea, caracterizada por el desborde, el escribirse porque sí, sin contenido ni mensaje específico. De hecho, existen grupos acotados al intercambio de stickers. Yo misma participo en uno que ronda los 500 usuarios, donde la única norma consiste en la prohibición del texto y cuya infracción se penaliza automáticamente con la expulsión del grupo, no sin antes recibir todos los stickers condenatorios que lxs usuarixs tengan en su haber.

¿Podemos hablar, entonces, de estas imágenes como paratextos limitados a llenar el hueco afectivo de nuestros discursos virtuales? Diría que no.  Y esto porque, englobadas las tres categorías existentes hoy en los servicios de mensajería (emojis, stickers y gifs) exceden el carácter de paratexto y construyen discurso por sí mismas. Sin embargo, me arriesgo a afirmar (y abro un hilo para nuevas reflexiones) que, a través del uso que cada usuarix da, se erige un estilo propio y de comunidad, el cual, en determinadas ocasiones, puede habilitar discursos que superen en carga afectiva, en ternura, a las conversaciones cara a cara, tan mediadas por la responsabilidad sobre los efectos que tienen nuestras palabras. En persona, tenemos que hacernos cargo. En el chat cualquier sticker nos salva.

Bibliografía

The Unicode Consortium. (2015b). Unicode Technical Report #51. (M. Davis & P. Edberg, Eds.). Recuperado de http://www.unicode.org/reports/tr51/#Common_Additions

Sampietro, Agnese. “Emoticonos y emojis: Análisis de su historia, difusión y uso en la comunicación digital actual”, tesis doctoral, Universidad de Valencia, España, 2016.

Vela Delfa, Cristina. “Una aproximación semiótica al estudio de los emojis”, Circulo de Lingüística Aplicada a la Comunicación vol. 84, España, 2020.

Traversa, Oscar.  «Aproximaciones a la noción de dispositivo» en Revista Signo&Seña Nº 12, Instituto de Lingüística, Facultad de Filosofía y Letras, UBA, Buenos Aires, 2001.

Chartier, R. y G. Cavallo. Historia de la lectura en el mundo occidental, Taurus, Buenos Aires, [1997] 2011.

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Gonzalo
Gonzalo
2 years ago

Muy buenoo!
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Última edición 2 years ago por Gonzalo

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Rosario Aquebeque

Rosario Aquebeque

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