Morfologías del sonido

Por Julián Pirrera y Sofía Saal

¿Cómo puede el proceso creativo verse inmerso en las tecnologías y el transhumanismo como inspiración? 

En Todo sobre mi madre, La Agrado dice en su monólogo monumental que, además de agradable, es muy auténtica: “¡Miren mi cuerpo! ¡Todo hecho a medida! Rasgado de ojos, ochenta mil. Nariz, doscientas, tiradas a la basura porque un año después me la pusieron así de otro palizón. Ya se que me da personalidad pero si llego a saberlo no me la toco. (…) Lo que les estaba diciendo… que cuesta mucho ser auténtica señora. Y en estas cosas no hay que ser rácana porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma”. En 1999, Almodóvar nos muestra lo que años después reconocemos como la idea rectora del tratado transhumanista: el principio de libertad morfológica (también protagonista en La piel que habito). 

El sujeto tiene una nueva libertad que le da la tecnología, tener la forma y ser el ser que quiera ser. Desde modificaciones corporales hasta la implantación de elementos cibernéticos que permiten ver mejor, oír mejor o incluso utilizarlos en el desarrollo creativo. Existen actualmente hasta implantes que transforman la capacidad auditiva a niveles de transhumanismo, y que en un futuro implicaría exigencias nuevas en la industria de la música: oídos superhumanos que necesitarán una nueva manera de trabajar la música, una nueva tonalidad, incluso un nuevo lenguaje. El principio de libertad morfológica puede implicar un replanteamiento fundamental de música. 

Un poco más cerca del mundo que vemos cotidianamente, antes de llegar a transformar la manera de hacer música desde la propia morfología humana, el transhumanismo puede verse como un movimiento estético y de inspiración. Encontramos desde hace siglos literatura como Frankenstein, que puede considerarse la primera novela transhumanista de la historia. Un científico juega a ser Dios y crea un ser superior al hombre. Se abre un universo de seres que crean nuevos seres en simbiosis con las máquinas y – como nombra Haraway en su Manifiesto Cyborg – ya no está claro quién hace y quién es hecho en esa relación. Las fronteras de lo humano se vuelven difusas, los organismos no tienen miedo de parecerse a monstruos, a criaturas cibernéticas, a animales. 

Por otro lado, desde finales del siglo XIX, la industria musical dejó de ser solo directa entre intérpretes y espectadores. Más bien, con la llegada de los nuevos artefactos de grabación y el avance de la tecnología durante el siglo XX, se vio intervenida de diversas maneras. 

La invención  de la grabación y, con ella,  la industria discográfica, cambió la forma de consumirla. En el contacto  indirecto entre artistas y oyentes hubo un intercambio que dio lugar a un catálogo de mercado en permanente crecimiento, algo que podríamos pensar incluso como un procedimiento colonización dentro del consumo de arte.  Gracias a esto, los estilos musicales que se han denominado como “géneros” marcaron una estética propia de cada uno hasta llegar a mezclarse entre sí, y no sólo intervenía lo sonoro. Mejor dicho, su influencia iba desde la forma de vestir o de actuar hasta generar movimientos de masas. 

La llegada de diferentes avances en la tecnología relacionada a la forma de producir música, llevó a la utilización de herramientas cada vez más diferentes. Se impuso, durante las últimas décadas, una forma cada vez más alejada de “lo acústico” y más vinculada a “lo tecnológico” que hoy en día se ha vuelto de algún modo intangible con la aparición de instrumentos digitales o los conocidos como “vst”. Ya en el siglo XXI, tal como  los sintetizadores ocuparon de manera progresiva el protagonismo de la composición desde hace más de 50 años, las computadoras, más bien las estaciones de trabajo de audio digital o DAW (Digital Audio Workstation en inglés), lo mantienen por lo menos desde hace diez años. 

Hace décadas encontramos a artistas que han visto en el transhumanismo una inspiración estética. Desde Alexandre Mc Queen, que plantea una visión deshumanizante y marciana en la moda con ropa de alta costura que cambia la forma del cuerpo o con proyecciones visuales e iluminación que pierden de vista al artista en el escenario, pasando por Björk, Daft Punk, The Chemical Brothers, Grimes. ¿Cómo puede lo cyborg hacerse carne en la música? ¿Cómo puede el proceso creativo verse inmerso en las tecnologías como inspiración? 

Björk

Björk (1965, Islandia) es quizá la pionera en crear un mundo musical cyborg que nace con The Sugarcubes, banda new-wave que experimenta integrando elementos orgánicos en sus composiciones electrónicas.. Inicia Debut en 1993 con una estética en de retrato en blanco y negro que se transforma con los años hasta lanzar Homogenic en 1997, donde encontramos ya un fuerte cruce de su representación corporal hacia formas deshumanizadas o alienígenas. 

Años después, Bjork lanza un videoclip de dos robots besándose de forma apasionada. “El audiovisual dirigido por Chris Cunningham para ‘All Is Full Of Love’ sintetiza lo que representa la música de la soprano islandesa. Una propuesta que usa lo más avanzado para erradicar las dualidades que existen entre la tecnología y la naturaleza. La imagen de dos autómatas andróginos, compartiendo un momento que es tan profundamente humano, los convierte en parte de un nuevo mundo en donde las dualidades pueden subsistir y expresarse en un mismo cuerpo.” (Oscar Adame en la revista Warp).

Bjork se inspira en el Manifiesto Cyborg de Haraway, en el organismo de un mundo post genérico sin distinciones de raza ni clase socio-económica y explora su potencia a través de experiencias musicales ligadas a aplicaciones (Biophilia 2011), realidad virtual (Vulnicura 2016) y teatro digital (Utopía 2018).

“La forma antigua dice que la tecnología y la naturaleza son enemigos, pero creo que esa noción estará extinta muy pronto. Antes se ha dicho que la palabra ‘techno’ significa ‘artesanal’ en griego, como en la carpintería o el arte. Creo que es un talento humano con alma y podemos guiarlo a colaborar con la naturaleza”. (Bjork)

Daft Punk

En Febrero de 2021 salió a la luz un video titulado “Epilogue”, publicado en YouTube a través de su cuenta oficial. En él, podemos ver una escena extraída de su película Electroma (2006), donde uno de los robots revienta por el aire y el otro se aleja  en el desierto. Ahí mismo, sellaban una carrera que se mantuvo en permanente vínculo con el transhumanismo y  estética  Sci-fy. 

En  1997, el dúo francés conformado por Thomas Bangalter y Guy Manuel de Homem Christo, editaron su primer álbum de estudio titulado Homework. Algo que aparece después de la edición de dos simples entre los que estaba el clásico “Da Funk”. Previo a esto, los productores comienzan a medir el amperímetro de lo místico, cuando desde el momento cero, utilizaron bolsas en sus cabezas desde las primeras presentaciones para preservar sus caras.

Esto ha generado, al mismo tiempo, diferentes incógnitas respecto a su apariencia: Por un lado, sucede que la transformación se efectiviza por completo a partir de 2001 con presentaciones en público, por lo que se desarrolla como un proceso. En segundo lugar, la inexistencia de rostro humano podría hacernos pensar en el anonimato. ¿Es anonimato? ¿No se trata de una especie de contra anonimato donde los productores no son humanos, sino algo más?

Las preguntas se responden con la leyenda de que, en 1999, ambos tuvieron un accidente en un estudio de grabación que los dejó en formato cyborg, para redefinirse, o quizás “indefinirse”, como “Hero Robot #1” y “Hero Robot #2”.

La insistencia de su negación permanente a lo que podríamos caracterizar como identidad tradicional, está explicada con sus palabras: 

“No creemos en el negocio de la música. Queremos que el foco esté en la música. Si tenemos que crear una imagen, debe ser una imagen artificial. Esa combinación esconde nuestra imagen física y también muestra nuestra visión del star system. No es un compromiso”. (Daft Punk)

El concepto ejercido desde el principio ha ido tomando diferentes formas, hasta alcanzar lo conocido hoy en día. La imagen de sus cascos y la pirámide que representaría como una especie de nave o de artefacto sacado de una película clase B, algo que puede verse en sus shows en vivo, sumada su austeridad para dar reportajes y nula información biográfica de los parisinos, han construído un universo paratextual de carácter mitológico. 

Grimes 

Se comenta que la artista hizo carne la premisa transhumana de que no somos lo que dice la naturaleza sino lo que queramos ser realizándose implantes en la córnea para dejar de ver el color azul, porque éste genera un efecto depresivo en los cambios de estación. Fuera de este delirio no recomendado por especialistas de la salud, Grimes vive el american dream del futurismo desde hace años, profundizado desde 2018 cuando empezó a salir con Elon Musk, físico, director general de SpaceX, de Tesla Motors, presidente de SolarCity y copresidente de OpenAI (además de ser la persona más rica del mundo en 2021 según Forbes). Juntos tienen un hijo llamado X AE A-XII Musk (existe una explicación de este nombre ligada a la velocidad y la inteligencia artificial que puede leerse acá). 

Grimes es productora discográfica, compositora, artista visual y directora de videos musicales. Ha explorado su música pop desde un imaginario que abarca conceptos que van desde la época medieval hasta el cambio climático visto desde una perspectiva cyberpunk. También ha llevado esta visión a su propio cuerpo con “cicatrices alienígenas”.

Desde las artes visuales Grimes explora un presente de ciencia ficción y realiza una propuesta conceptual en su obra Selling out: documento oficialmente jurídico sobre la posesión de una parte del alma de la cantante.

En un futuro no-distópico

Es evidente que la inserción de la tecnología dentro de la industria musical no solo ha dado lugar a otras formas de creatividad, sino que también ha cambiado la manera de considerarla. El advenimiento de diferentes estilos musicales a partir de esto ha marcado una tendencia en cuanto a lo que la rodea. Desde un principio mencionamos que intervino no sólo en las apariencias o los movimientos, pero también no podemos dejar de mencionar que el número de productores o artistas que hacen música se ha incrementado y, estos estilos, se han mezclado, y continúan haciéndolo de una forma que pareciera resultar infinita. 

La simbología que conforma la estética de lo que hemos mencionado como categorías de mercado, ha ido relacionándose cada vez más a lo cyborg. Mejor dicho, la música ha pasado de introducir lo tecnológico dentro de ella, ha introducirse ella misma al mundo cyborg y ha tomado, de forma efectiva, las tecnologías como inspiración hasta volverse algo muy difícil de romper. 

Nos encontramos ante un sistema de Inteligencia Artificial que crea música. Pensábamos que la tecnología estaba introduciéndose en todos los aspectos de la vida pero que la esfera del arte quedaba aún en manos de lo humano. ¿Lo logró una vez más?

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