Permanecer en el territorio de lo confuso

Abro los ojos y es domingo, tengo que esforzarme para poder ver con claridad, me rindo y vuelvo a cerrarlos, pero no para dormir, sino para descansar de ese breve esfuerzo. 

Es domingo. Abro los ojos. Ahora sí, al fin puedo abrirlos. Entonces agarro el teléfono: ¡Ay no! Es el día del padre. Se agolpan los saludos fraternos. Vivimos la era del vínculo efemeridico: amamos al perro el día del perro, al padre el día del padre, a la madre el día de la madre, al planeta el día del planeta, al amor el día del amor. La sistematización del amor. Un calendario ordenado para repartir el cariño. La cosa desbordante puesta en frasquitos con fecha y hora. Es necesario recordar que uno debe, ante todo, en este día, y con suma urgencia, matar al padre –para poder consumar un acto de amor supremo. Solo deberían juntarse a compartir la mesa quienes hayan matado a sus padres. Joder. Es muy de mañana para pensar en eso. Hace frío afuera. Mucho frío. Leo las editoriales de Genoud, Touzon, Tenembaum y Pazos. Todo inmiscuido en la cama. Mucho matar al padre, matar al padre. Pero bien que nos agrada el calor de la cama, el recuerdo fiel del vientre materno. 

Es domingo. Abro los ojos. Siempre hace frío en esta habitación. Los espacios por donde se filtra el frío son múltiples, rendijas que cruzan chifletes desorientadores. Tengo que ir al baño. Es increíble el color de los espacios cuando no ingresa la luz, las paredes están opacas, quizá grises. El invierno es adentro. 

Es domingo. Abro los ojos. Quiero escribir un texto para Isla Cyborg. Cumplen años. Otra vez el amor de calendario: no tengo nada para decir, me siento atrapado en mi propia limitación, como si quisiera ir hacia algún lugar, pero no pudiese moverme. Me siento frenado. Leo nuevamente los apuntes para colaboradores que me enviaron desde la revista y no encuentro una punta que me apuntale. Estoy en la cocina. Parto un huevo, dos… el sartén está en el fuego., bato un poco el fuego y un hilo de aceite cae sobre la superficie, está caliente y al menor contacto unas mini gotitas de hervor se forman en el verde oliva, entonces muevo al sartén para que la superficie se cubra; leo los apuntes: la percepción del tiempo, el impacto tecnológico. Joder, qué frío hace, enciendo el calefactor y dejo caer el huevo batido en el sartén. 

Es domingo. Abro los ojos. La percepción del tiempo, dejo caer un reloj batido en el sartén. En mi dispositivo para escuchar música se encuentra la mitad de un concierto en el Festival de Jazz de Montreaux: Jamiroquai, pero es muy temprano para tanta energía, aún permanecen agotados mis ojos. Cambio. Nina Simone. No. Paco de Lucía. No. Astor Piazzolla. No. Bowie. Sí. No. Sí o no. Bueno. Mejor Piazzolla. La muerte del ángel. Tac Tac Tac. El huevo. Voy a mirarlo. Lo despego un poco del sartén y viene perfecto. El reloj se cocina a fuego lento. 

Viene a mi cabeza de nuevo el mundo efemerídico. 

¡Enciendan todos los fuegos del mundo en cada patio, queridos compatriotas!

Ha llegado el momento de cocinar a los padres. Y también de matar la metáfora y pasar a la acción. Todosssssss comiendo a sus padres asados. Un aplauso formidable para el asador o la asadora. Viva el fuego fragmentado. Está para chuparse los dedos. Más rico que comer padres con la mano. La muerte del padre, Piazzolla. Dejá de romper las bolas con los ángeles. 

Es domingo. Abro los ojos. Se me va a quemar el huevo. Ay no, el queso. Lo busco en la heladera y lo corto en cubitos. Los deposito en el medio del huevo  y con una paciencia oriental voy girando desde los bordes hacia el centro. Nada más divertido que la imaginación puesta a la deriva. Enciendo un cigarro. En ayunas. La brasa arde en el frío, cruje y dragones de humo nacen de mi boca. No sé cómo encarar el texto Cyborg. Qué complejo resulta abordar una secuencia cuando uno se encuentra un poco afuera, frenado. Mientras voy llenando de agua la pava eléctrica y observo cómo la línea de agua sube, quedo absorto, veo como se desborda y el agua cae por dos o tres partes. Lo desbordante. Cierro la canilla. Dejo caer un poco más de agua. El huevo y el queso están bien, uno contiene al otro, y amalgaman sus temperaturas en armonía. 

Es domingo. Abro los ojos. Debería vestirme. Nunca va a dejar de hacer frío si permanezco desnudo en el invierno, nunca va a dejar de hacer frío si permanezco desnudo en medio del domingo. Ahora te extraño y no me vestiría nunca si estuvieses conmigo. Tampoco iría a ninguna parte. Y en vez de leer editoriales que hablan de planes que solo suceden arriba y nunca bajan, leería un fragmento del algún libro heroico, de esos que ya no se escriben, donde el poeta habla de cómo mirar tus ojos se convierte en la única excusa para para existir, sin  que importe nada de lo que digan los teorizadores de lo inmanente. Amar es solo perderse en otros ojos, pero es una conversación que no estoy preparado para tener. Sin embargo, me tengo que vestir y me visto, y pienso en toda la ropa desperdigada por este espacio. Cuartel de invierno que tiene sus cadáveres desparramados. El agua rompe en hervor. Los fundamentalistas del mate y el café se horrorizarían al verlo, por eso la dejo hervir un poco más. Es muy posible que se queme el café al ejercer el contacto con el agua. No está mal. Me pasa todos los días al ejercer el contacto con la realidad. Está bien solo tomar café. No importa cuál. La estética del café sólo me importa en tanto y en cuanto se pueda beber. No tengo mayores aspiraciones al respecto. 

Es domingo. Abro los ojos. Ya se murió el ángel de Piazzolla. El algoritmo devuelve Oblivion. Con vos no puedo y conmigo solo no alcanza. Debería tuitear eso. Y tatuármelo en el cuello. Jajaja. Qué le pasaba. Tengo que activar el desayuno. Se me va a pasar el bondi. Bebo y como el tiempo. Los relojes desvanecidos. Lavo mi rostro, mis ojos, mis dientes. Voy en busca de un bondi. Camino por el San Telmo de la Ciudad de Mendoza. Ni siquiera es lindo el otoño en esta parte, las hojas de los árboles son feas.  Sin embargo, hay una resistencia que se ignora a sí misma. Eso es lo mejor, cuando los que resisten poseen una épica que se ignora. Pero esa es una conversación que no podríamos tener ahora. 

Debo subir al bondi para ir a ver a mi padre. 

Debo escribir para el cumple de Las Cyborg.

¿Podré?

¿Podrán?

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Emanuel Facello

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