A Nacho Lucero, que supo ser mi confidente
¿Sabés por qué sé que me caes bien? me dijiste. Y sin darme tiempo a nada, respondiste: Porque el silencio con vos nunca es incómodo. Desde esa conversación han pasado varios años, ocho o nueve tal vez. Pero de este silencio, recién se cumple un año. ¿Cómo te explico ahora que este sì me perturba?
A veces siento que pasó una vida, pero también me parece que fue ayer: cuando me enteré que nunca más alguien me iba a decir Jesucita. Hubo entonces – y se sostiene – un silencio eterno. Y sin embargo ¿cómo podría incomodarme? Si fuiste vos el que me enseñó, entre conversaciones infinitas, el poder del no decir.
Todavía lo pienso y me cuesta creerlo. A veces me agarra distraída y sin querer los ojos me llevan a alguna foto tuya y me acuerdo: la concha de la lora. ¿Cómo te ibas a morir así? Vos que te creías un súper hombre, te enteraste de la peor manera del pronóstico irremediable: en el fondo eras un pobre mortal. A vos que bajaste con el corazón partido al medio caminando entre los Himalaya y volviste para contar que sin corazón y sin cabeza todavía eras capaz de hacer lo que se te diera gana. Todavía eras capaz de vivir.
Joana me mandó algunas de las crónicas que le escribías cuando estabas de viaje y hay particularmente un pasaje al que cada tanto vuelvo:
“El montañismo es la mutación del espíritu bélico del hombre, cuando ascendemos estamos en el campo de batalla, en busca de la victoria: somos verdaderos conquistadores de lo inútil”. Y continúa: “Un montañista no es un suicida, es un luchador, con una contienda que linda en la frontera entre lo humano y lo divino”. Te creíste de verdad, que en el fondo, eras un poco Dios. La concha de la lora (x2). Y te puteo porque me enoja muchísimo: sentir esa ausencia de las conversaciones que tuve solo con vos y que ahora se apagaron para siempre. Lo mismo hay algo en esas palabras que me consuelan, como si tomara sentido algo: que el fondo siempre se trató de una elección. Esas excusas las sacaste de tu faceta como poeta.
Después del infarto pediste solo una cosa: 10 años más. Tuviste doce. Me acuerdo de las conversaciones, cuando mi mamá te decía “Concéntrate, ahora tenes que pedir otros 10”. Pero no te alcanzó.
Y me da una bronca.
Otro texto:
“Mis pulmones estan jadeantes, el entendimiento se nubla, mis pasos se hacen cada uno más pesado que el otro, la nieve me absorbe, apenas puedo levantarme, me relajo y me envuelve el sueño blanco: ya no soy capaz de distinguir quien soy, me abandono y solo descanso…
Cuando el recuerdo vivo se transforma en relato y este posee el peso de la muerte y el sabor de la vida, se da una misteriosa alquimia, y al sumarle la adrenalina, la hipoxia y deshidratación, entonces dudamos de nuestras propias palabras y comenzamos a interpretar con los datos que provienen de los frágiles sentidos, es ahí cuando la ficción se mezcla con nuestra realidad y así nace la posibilidad de la literatura.
Él continúa su lucha aunque pocos la entienden y sabe bien que los que sobreviven no necesariamente son siempre los mejores. Aquiles también murió en Troya”.
Otro fragmento de tus crónicas. Este es de 2005. ¿Cómo no nos dimos cuenta, que los 10 años no importaban? ¿Qué todo estaba dicho desde mucho antes?
Relatos como ese, plasmados con ideas sobre la muerte y presentaciones donde predomina “Mi nombre es Nacho Lucero, soy guía y algún día moriré en una montaña”, desde siempre. Te escuchamos mil veces pero no lo habíamos visto con tanto detalle, tu manera de vivir era una forma de morir. A vos, hombre de las montañas, conquistador de lo imposible, ¿Cómo pudo llevarte el viento y nada más?
Y no quiero que está carta parezca una acusación suicida, odiaría que sea así. Pero hace un año que trato de escribirte y no sé qué decir. Parece imposible callar este silencio que dejaste. Ayer leyendo a Sbarra me detuve en una frase que decía ¿Existirán los enamorados contemporáneos? Y yo pensé en vos, eterno enamorado de la montaña, de las huellas por hacerse, de la soledades infinitas. Hoy no puedo hablar de otra cosa, pero Nachito ¡Vos si que supiste cómo vivir!
Hermoso lo que escribiste ❤️
Múltiples muertes, inmersa juventud, en la variación de cada nacimiento. Ya nunca de tan lejos…
Gracias!
Gracias Jusecira, por decir la verdad de un modo tan profund0