Posthumanismo sonoro

Está nota es una humilde reflexión sobre la manipulación póstuma de la voz de algunos referentes basados en las nuevas formas de hacer música. ¿Cuál es el límite de la creación en tiempos donde la muerte ya dejó de serlo?

¿Qué es lo que se pierde cuando una máquina habla por nosotrxs? ¿Nos arriesgamos a que el uso de la inteligencia artificial desdibuje lo más genuino de la expresión humana, o simplemente estamos ante un nuevo medio que potencia nuestras ideas? Esta nota busca repensar el rol de la tecnología en la creación artística y cuestionar si realmente tenemos un derecho identitario sobre lo que producimos. 

Antes, la pregunta que nos hacíamos era: ¿qué nos diferencia de otros seres vivos? Y la respuesta común solía centrarse en nuestra capacidad de razonar. Hoy, sin embargo, vivimos una realidad cyborg en la que esa distinción ya dejó de ser suficiente desde lo orgánico. Camus decía que “el hombre es la única criatura capaz de pensarse a sí misma”, una reflexión que marcaba un límite claro entre lo humano y lo demás. Pero, en la actualidad, la inteligencia artificial está entrenada para autoanalizarse y encontrar formas de potenciarse, poniendo en cuestión esa frontera tradicional.

 La máquina no posee conciencia de sí misma: esa capacidad en la que el pensamiento trasciende la crítica para convertirse en una reflexión sobre sí mismo podría ser, de hecho, lo que nos distingue. Es una respuesta para mi, posible: seguro haya muchas más. 

Desde el inicio de la era digital, la relación entre lo humano y lo artificial se ha vuelto una tensión constante, un debate donde las viejas distinciones de lo orgánico y lo artificial ya no aplican tan claramente. Incluso (y ya casi deja de ser algo nuevo de decir) avances en nuevas tecnologías e inteligencia artificial han dado lugar a la aparición de creaciones en las que, por ejemplo, la voz de artistas fallecidos es reconfigurada para decir cosas que jamás llegaron a pronunciar. 

En la reciente creación de Charly García en La lógica del escorpión, él rearma una canción de Spinetta, usando su voz y sumando su propio proceso creativo. Acá vamos a hacer un paréntesis: Sí, todxs amamos a Charly. Sí, también respetamos profundamente su genialidad artística. Sin embargo, esto va más allá, nos hace centrarnos en un debate ético particular ¿quién tiene derecho a moldear la identidad artística de alguien que ya no está?

Desde acá ya hay un montón de líneas de análisis. Primero cabe aclarar que el tema en cuestión (La pelícana y el androide) fue grabado por Luis Alberto Spinetta en 1984 para el proyecto trunco de álbum que pensaron junto con Charly García. En 2020 Charly recorriendo YouTube se reencuentra con este tema y desde entonces se propone crear una nueva versión tomando el audio con la voz de Spinetta. Es decir, este tema sí fue escrito y cantado por él, a diferencia de muchas canciones que actualmente manipulan una voz a partir de IA para hacerles decir lo que les parezca pertinente. 

Sin embargo “La pelícana y el androide” es un tema cyborg por excelencia y se basa en la comprensión de los nuevos vínculos que trae consigo el posthumanismo. “El tema habla de aquello que ha logrado transformarse hasta dejar atrás su realidad originaria (…) La idea central era que no solo se podían enamorar una pelícana y un androide, sino que además podían tener hijos, y esos hijos simbolizan el producto de esa metamorfosis (…) Es una reflexión sobre la indiferencia y el desdén del mundo ante estas metamorfosis. Hay quienes sostienen que algo así no es posible, como si no estuviéramos ya constituidos por partes imposibles”, le dijo Spinetta a Juan Carlos Diez (Martropía: conversaciones con Spinetta, 2006). 

Podemos pensar en un sinfín de preguntas: ¿es ético reconfigurar la obra de alguien que ya no puede opinar al respecto? E incluso, más complejo cuando la IA atraviesa estos procesos y somos capaces de hacer a Cerati cantar trap ¿Hasta qué punto una inteligencia artificial puede «comprender» la profundidad de lo que expresa? Tal vez la verdadera diferencia de las incumbencias de la humanidad tenga que ver con preguntarnos todo el tiempo ¿Cuáles son los límites de la creatividad tecnológica? ¿Los ponemos nosotrxs como ejecutores mandatarios? ¿O simplemente estamos enfrentándonos a una nueva forma de arte, una metamorfosis que el propio Spinetta preveía en sus composiciones, donde lo orgánico y lo artificial se mezclan y dan a luz a nuevas formas?

Muy lejos de querer ser jueces del uso de la tecnología en el arte, si me parece importante poner sobre la mesa el debate ético que implica. ¿La clave del arte es la posibilidad de manifestar una emoción propia? ¿O el impacto está en el espectador?  

Tal vez el verdadero debate no es si la inteligencia artificial puede crear, sino si su creación respeta la esencia de lo humano. En un mundo donde la máquina nos invita a contemplar nuestra propia transformación, la pregunta sigue abierta: ¿somos capaces de establecer límites claros, o simplemente nos entregamos a la lógica de un escorpión que, tarde o temprano, terminará por picarnos?

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